jueves, 4 de febrero de 2010

DOBLES PAREJAS


Hay ocasiones en las que una generación de estrellas puede quedar en el olvido. Es complicado renunciar a las primeras fiestas y facilidades que en los tiempos que corren ofrece la vida a esas edades. Ni trabajar ni estudiar, pensión completa. Eso deben pensar muchos. Con esa serie de tentaciones se debe hilar muy fino para no cambiar un ‘soy’ por un ‘hubiera sido’.
Partiendo de esa base y en las alturas del año en las que estamos, me apetece escribir sobre un ciclo que se está dando ante nuestros ojos. Un ciclo de fuerza y velocidad. De plasticidad y sacrificio. De técnica pero sobre todo de un disfrutar con el esfuerzo. Ese disfrute de lo costoso riega la planta del objetivo para lograr el fruto de la consecución.
De este ciclo me apetece hablar prácticamente en primera persona. Escribiendo sobre sensaciones que, pese a ser ajenas, las he sentido muy de cerca en numerosas ocasiones con un ‘estuve allí’.
De éste cambio de etapas me percaté de golpe. Fue en el Pabellón San Pablo de Sevilla. Los amantes del atletismo que acumulen mis años habrán crecido con unos nombres en las alturas de los rankings. Unos nombres que se repetían en temporadas bajo techo y descubiertas. Unos nombres que parecían impenetrables. Pues bien, en una de las semifinales del 800ml del Campeonato de España de Pista Cubierta disputado en la capital hispalense ocurrió. Y es que un chaval de apenas 19 años había dejado fuera de ‘su’ final a un grande. Antonio Reina corría en casa, se jugaba mucho. David Bustos venía como tapado pero con unos grandes resultados de inicio de campaña. Como cuenta la leyenda, David en este caso volvió a superar a Goliat. Además donde se forjan las estrellas…en los últimos metros. Ese fue mi choque frontal con una realidad que se refrendaría poco después cuando el estandarte de Puertollano, sufrió lo indecible en una final de altura (2,24) ante un ‘novel’ de Quart.
Salí de aquel Nacional con muchos nombres en la cabeza, barajando los que tenía claros con los que había conseguido pescar al vuelo del silencio. Había una lista que rellenar, una apuesta que poner sobre la mesa y fallé muy pocos nombres. El objetivo: vestir de rojo y gualda en Torino 2009.

La lista mezclaba la experiencia de los España (Jesús), Beitia y Martínez con el descaro de los Marco, Torrijos y sobre todo Gavaldá; atleta más joven de la historia en participar en unos Europeos cubiertos.
El resultado de esta lista de contrastes fue poco fructífera en preseas, pero tenía guardado un secreto entre líneas. Estábamos ante un cambio de ciclo importante. En aquel 2009 ya lejano, empezaron a quemarse las últimas naves (aunque aún les queden alegrías que darnos) de nombres que siempre han copado titulares destacados, pero están dejando paso a otros que desde mi humilde opinión están haciendo méritos para superarlos.

Decían los antiguos que somos gigantes en hombros de gigantes. Y así parece que va a ser. Siempre han habido hornadas, buenas hornadas. Redolat y Estévez, Fiz y Antón, Beitia y Bermejo, Castrejana y Niurka, ‘Paquillo’ y Bragado…podría escribir parejas hasta hartarme. Estos nombres os deben sonar prácticamente hasta a los más neófitos en la materia. Pero quedaros con Bustos y López, Viles y Cáceres, Cienfuegos y Tobal, Sancho y Gavaldá, Abadía y Mola, Torrijos y Bezabeh, Manel y Lluis Torla…posiblemente estas dobles parejas no os suenen ni lo más mínimo si no seguís la actualidad atlética, pero debo deciros una cosa: apuntadlos en rojo en las agendas. En Sevilla pude ver descaro, en Turín pude ver compromiso, en Barcelona pude ver superación y conforme he ido conociendo a muchos de ellos más a fondo, he podido ver ilusión. Estos atletas son de una generación que no tiene ni recuerdos borrosos de las lágrimas de la Infanta en el Olímpico de Montjuic, incluso hay muchos de ellos que conocen a la Bruja Avería de oírselo nombrar a sus hermanos mayores.
Éste es el futuro del deporte más noble. Del deporte más practicado. Del deporte que volvió a reunir en unos Juegos a una masa de aficionados y deportistas. El atletismo no existe cada cuatro años, al atletismo no se le pueden exigir resultados si no se le ayuda primero. Esta generación se ha encontrado con una obligación impuesta por el destino, están a punto de recoger el testigo de unos atletas que nos dieron los mejores años en Birmingham, Viena, Sevilla o Madrid. Ayudémosles a no quedar en el olvido, a que no se sientan olvidados, nosotros tenemos también la obligación de hacerles llegar a lo más alto. Instituciones, aficionados y medios de comunicación, nos toca darles apoyo y pedirles en cada momento lo que nos deban dar. No querría que ésta generación de estrellas que empecé a ver despuntar a orillas del Guadalquivir, se nublara por nuestra culpa.

No lo olvidéis… correr no es de cobardes sino de atletas

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